“Fragilidad y predisposición a caídas en la persona adulta mayor”.

Fragilidad y prevención de caídas

Enfoque médico-rehabilitador sobre las causas orgánicas, funcionales y contextuales que aumentan el riesgo de caídas en la persona adulta mayor.

Por Dr. Jorge Alberto Ávalos Estrada · Médico rehabilitador

Adulto mayor trabajando en su equilibrio y prevención de caídas
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Desde la perspectiva médica fisiátrica, considero oportuno ofrecer a nuestros lectores y pacientes un enfoque médico-rehabilitador sobre las condiciones orgánicas que llevan a la fragilidad en la persona adulta mayor, sin perder de vista los factores del entorno que se asocian al aumento de accidentes con riesgo de caída.

Con el objetivo de generar mayor conocimiento y brindar consejería sobre cómo pueden mantenerse o mejorarse las condiciones físicas, funcionales y medioambientales de las personas mayores para prevenir accidentes o caídas, se desarrolla el presente artículo.

¿Quién es una persona adulta mayor?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la población adulta mayor como la(s) persona(s) mayor(es) de 60 años de edad, independientemente de su condición física, intelectual, social o de salud.

Este concepto, basado en la edad cronológica, se sustenta en el ciclo de vida del ser humano, desde el nacimiento hasta la muerte, marcado por distintas etapas. Todas ellas dan lugar, en función del tiempo transcurrido, a un inevitable “recambio molecular y renovación celular” que se traduce en envejecimiento orgánico y, con el paso de los años, en reducción de la capacidad física y funcional de la persona mayor.

Tipos de envejecimiento y condición de fragilidad

En el campo de la medicina física y rehabilitación, el envejecimiento físico (corporal) y funcional (reducción de capacidades) permite reconocer distintos tipos de envejecimiento:

  • Envejecimiento exitoso: solo cambios propios de la edad.
  • Envejecimiento habitual: cambios propios de la edad más una o varias enfermedades crónicas.
  • Envejecimiento frágil: cambios propios de la edad con enfermedad, debilidad y descuido.

Es precisamente en la población en condición frágil donde debemos poner mayor atención.

¿Qué es la fragilidad en el adulto mayor?

La medicina geriátrica, cuyo campo de estudio y acción es la persona adulta mayor, define la fragilidad como un estado clínico asociado a la edad, caracterizado por:

  • Disminución de la reserva fisiológica.
  • Disminución de la función en múltiples órganos y sistemas.
  • Reducción de la capacidad para enfrentar factores estresantes crónicos o agudos.

Todo ello conlleva a una mayor vulnerabilidad ante la enfermedad y eventos críticos.

Cambios orgánicos que favorecen la fragilidad

Es necesario reconocer los cambios de mayor trascendencia derivados del envejecimiento que sufre todo adulto mayor:

  • Sarcopenia: disminución de la masa muscular con la consiguiente pérdida de fuerza.
  • Osteopenia: disminución de la densidad ósea con menor consistencia de los huesos.
  • Otoesclerosis: endurecimiento de los huesecillos del oído medio, con disfunción de los otolitos y tendencia al vértigo posicional.
  • Degeneración tisular cerebelosa: desgaste de las células del cerebelo con disminución del equilibrio y la coordinación del movimiento.
  • Desensibilización receptiva medular: enlentecimiento de la respuesta de los receptores responsables de los reflejos posturales, con menor respuesta estabilizadora en distintas posturas corporales.
Fragilidad y caídas

Con estos cambios, “sabremos explicarnos por qué los adultos mayores tienen naturalmente mayor propensión a caídas”.

Enfermedad aguda y crónica: más riesgo de deterioro

Además del envejecimiento, los procesos de enfermedad aguda o crónica añaden carga al organismo del adulto mayor:

  • Alteraciones nutricionales: la enfermedad suele reducir la ingesta (falta de apetito) o alterar el metabolismo, generando debilitamiento fisiológico.
  • Problemas metabólicos: se pasa de procesos de síntesis a procesos catabólicos de degradación, con mayor gasto energético y pérdida celular.
  • Cambios patológicos: la enfermedad obliga a respuestas corporales compensatorias, a veces inadecuadas o extremas, produciendo deterioro tisular y orgánico.

Seguimos percatándonos de que “los adultos mayores tienen mayor riesgo de daño severo al sufrir caídas por las morbilidades que presentan”.

Factores del entorno: cuando el medio aumenta el riesgo

El contexto en el que vive la persona adulta mayor también puede aumentar su vulnerabilidad:

  • Barreras arquitectónicas: obstáculos dentro o fuera de la vivienda (escalones, alfombras sueltas, cables, poca iluminación) dificultan la circulación, la movilización y el acceso seguro.
  • Descuido: actitudes o conductas de falta de diligencia en el cuido se convierten en factores directos de riesgo.
  • Riesgo vital: situaciones clínicas que implican riesgo de muerte o secuela funcional grave si no se recibe atención médica inmediata.

Envejecimiento saludable: cuidar mente, cuerpo y ambiente

Aunque los cambios propios de la edad, ciertas enfermedades y algunos ambientes nocivos no pueden evitarse por completo, toda persona adulta mayor puede mejorar su condición física y funcional mediante cambios de estilo de vida.

Las recomendaciones clave pueden resumirse en cuatro ejes:

  • Cuida tu mente: mantener la atención, concentración y memoria para preservar funciones intelectuales como análisis, raciocinio y lógica.
  • Cuida tu cuerpo: recuperar flexibilidad, fuerza y motricidad para conservar equilibrio, coordinación y destreza motora.
  • Cuida tu ambiente: mantener el hogar libre de obstáculos, amenazas y peligros, evitando barreras arquitectónicas.
  • Evita riesgos: modificar hábitos, actitudes o conductas asociadas a accidentes y caídas.

Pasos para lograr un envejecimiento saludable

Aceptación

El primer paso es aceptar que han pasado los años, que hay cambios en las funciones orgánicas y que habilidades y destrezas se reducen. Reconocer que el rendimiento funcional ya no es el mismo es el punto de partida para cuidarse mejor.

Concientización

El segundo paso es comprender que, aunque no puedas evitar envejecer, sí puedes elegir un estilo de vida saludable que mejore tus condiciones físicas y funcionales, reduzca enfermedades o ayude a sobrellevarlas y, sobre todo, disminuya el riesgo de caídas.

Empoderamiento

El tercer paso consiste en reconocer tu autonomía: tú decides cómo vivir. Nadie te “convierte” en una persona frágil; tú puedes construirte como un adulto mayor exitoso si así lo decides y te lo propones.

Actitud

El cuarto paso es cambiar la idea de “estoy menoscabado, nada por hacer” por una actitud activa: tomar decisiones, hacer cambios útiles y convertirte en alguien ocupado en tu propia mejora.

Práctica: llevar los cambios a la vida diaria

La práctica es el eslabón que une la intención con el resultado. Algunos ejemplos de acciones concretas:

  • Aliméntate mejor: prioriza verduras, frutas, alimentos ricos en proteínas y fibra.
  • Controla tu peso: mantente lo más cercano posible a tu peso ideal, evitando obesidad y delgadez extrema.
  • Deja hábitos insalubres: evita adicciones, sedentarismo, estar mucho tiempo en cama o pasar horas en la misma postura frente a la TV o en parques.
  • No te automediques: evita polifarmacia. Consulta a tu médico para que defina los medicamentos necesarios.
  • Controla tus enfermedades: lleva tus controles al día, realiza chequeos periódicos y cumple los tratamientos.
  • Organiza tu ambiente: selecciona y ordena muebles, aparatos y utensilios; libera espacios y elimina obstáculos para reducir accidentes y caídas.
  • Diseña esquemas de vida: planea tu tiempo diario con tareas y rutinas útiles que te hagan sentir parte activa de tu familia y de tu propia vida.
  • Mejora la seguridad del hogar: instala pisos antideslizantes, evita superficies irregulares, coloca pasamanos en gradas, baños, pasillos y jardines.
  • Invierte en tu recreación: crea espacios para pasear, conversar, jugar e interactuar con otras personas; la socialización también protege la salud.

Ejercicio: clave para reducir el riesgo de caídas

Ejercitarse es uno de los aspectos más trascendentales para evitar o reducir el riesgo de accidentes, especialmente caídas. El adulto mayor puede beneficiarse de distintos tipos de ejercicio:

  • Ejercicio mental: actividades de agilidad y memoria.
  • Ejercicio físico: aeróbico, de flexibilidad, equilibrio y coordinación.
  • Fortalecimiento: ejercicios de resistencia y potencia (anaeróbicos).
  • Ejercicio de intercepción: respiración, control corporal y trabajo sobre la actitud.

Estructura sugerida de una sesión de ejercicio

  • Calentamiento (≈10 minutos): movimientos de cabeza, brazos, cintura y piernas (flexión, extensión, rotación).
  • Estiramiento (≈10 minutos): elongación de músculos de cuello, columna dorsolumbar, pelvis y miembros inferiores.
  • Ejercicio activo (≈15 minutos): caminata, trote estacionario, carrera lenta o bicicleta (estacionaria o libre), elíptica, etc.
  • Enfriamiento (≈5 minutos): movimientos suaves y ejercicios respiratorios profundos para volver a la frecuencia cardiaca y presión arterial previas.

Si se desea agregar más intensidad, puede alternarse ejercicio aeróbico con ejercicio de fortalecimiento (pesas, bandas elásticas o el propio peso corporal mediante pechadas, sentadillas o planchas), siempre respetando descansos de 3 a 5 minutos y con la guía de un profesional de la salud.

Conclusiones principales

  • En el adulto mayor existen condiciones propias de la edad (envejecimiento corporal y reducción de capacidades) que lo ponen en desventaja física y funcional.
  • Las personas mayores con enfermedades y entornos nocivos se tornan frágiles y vulnerables, con mayor riesgo de accidentes, especialmente caídas.
  • Los adultos mayores frágiles que sufren caídas tienen mayor probabilidad de lesiones severas, secuelas graves e incluso riesgo de muerte.
  • Todas las personas mayores pueden procurar un envejecimiento saludable si cuidan su mente, su cuerpo, su ambiente y evitan riesgos.
  • El ejercicio mental, físico, de fortalecimiento y de intercepción es parte central de la estrategia para reducir el riesgo de caídas.

CONCLUSIÓN

La fragilidad y la predisposición a caídas en la persona adulta mayor son el resultado de la interacción entre envejecimiento orgánico, enfermedad y factores del entorno. Sin embargo, con una estrategia que incluya aceptación, conciencia, empoderamiento, actitud activa y práctica constante, es posible construir un envejecimiento más saludable y seguro.

Ejercitar la mente y el cuerpo, organizar el ambiente, modificar hábitos y contar con acompañamiento profesional son pilares para reducir el riesgo de caídas y mejorar la calidad de vida en la vejez.

Dr. Jorge Alberto Ávalos Estrada · Médico rehabilitador