Vacunación de adultos.

UNA OPORTUNIDAD DE PREPARARNOS PARA EL FUTURO.

“La tragedia de la vejez no es que uno sea viejo, sino que uno ya no es joven”

Oscar Wilde.

Los adultos también necesitan vacunarse. En El Salvador, cada año cientos de adultos enferman gravemente y son hospitalizados debido a enfermedades que son prevenibles por vacunas. La Dirección General de Estadísticas y Censos (DIGESTYC) registra para el año 2016 un total de 201 defunciones de mujeres por cáncer de cérvix y 1,369 personas mayores de 60 años fallecidas por influenza y neumonía. La tendencia no debe haber cambiado en los últimos cuatro años, pero carecemos de datos actualizados.

El cáncer de cérvix es una de las principales causas de mortalidad en las mujeres jóvenes, a pesar de los programas de prevención y control que funcionan rutinariamente. El tamizaje por medio de citologías cervico-vaginales no logra detectar a tiempo la enfermedad en un gran número de casos debido a razones de acceso y calidad.

Las complicaciones de infecciones por neumococo y el virus de la influenza son más frecuentes en adultos mayores. Cuando los adultos mayores sufren de infección por estas causas puede ocurrir que su cuadro clínico se agrave y requiera hospitalización. Algunos de ellos, con factores de riesgo asociados, fallecerán lamentablemente.

Ambas enfermedades son prevenibles por vacunas. La vacuna antineumocócica conjugada y la vacuna de la influenza están disponibles en el esquema ampliado de inmunizaciones del Ministerio de Salud de El Salvador desde hace algunos años. La vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH) ha sido incluida en el esquema para adolescentes recientemente, y sus efectos protectores se verán en algunos años.

Lo cierto es que las coberturas vacunales de influenza y neumococo en adultos mayores continúan siendo bajas. Esto pasa por factores conductuales y de acceso.  Algunas personas adultas mayores son escépticas de los beneficios protectores de las vacunas y no ven la necesidad de vacunarse. Por otro lado, muchos de ellos con algún grado de discapacidad física pueden verse limitados para ir por la vacuna a un establecimiento de salud.

Los programas de educación y comunicación son esenciales para combatir el escepticismo y los mensajes erróneos que son divulgados generalmente por los grupos antivacunas. Las jornadas de vacunación casa a casa y en lugares públicos facilitan el acceso. Sin embargo, estos no son suficientes.

Primero, es necesario educar a la familia en el cuidado de los adultos mayores para evitar exponerlos innecesariamente a una persona enferma, fuente de infección. La pandemia por COVID-19 ha puesto en la agenda pública dos conceptos básicos: el aislamiento y la cuarentena; también las medidas de precaución estándares (lavado de manos y desinfección) y precaución de gotas (uso de mascarilla y distanciamiento físico). Estas medidas contribuyen a la protección contra muchas enfermedades respiratorias, incluidas la influenza y la neumonía.

Segundo, promover que la familia apoye a los adultos mayores para garantizar el acceso a la vacuna. Especialmente cuando los adultos mayores no pueden desplazarse sin ayuda y acudir a un centro de vacunación, el rol de la familia es fundamental.

Pero, además de estos problemas de salud, hay también otras enfermedades que pueden prevenirse por vacunas en población adulta. Entre ellas tenemos: tosferina, tétanos, difteria, herpes zóster, hepatitis A y B, paperas, meningococo, varicela, etc. y para algunas de las cuales no se dispone de vacuna accesible a la población adulta.

En los Estados Unidos, el calendario de inmunización presenta tres tipos de recomendaciones: 1) vacunación para adultos que no tengan documentada su vacunación previa o falta de evidencia de infección pasada, 2) vacunación recomendada para adultos con factores de riesgo, y 3) vacunación basada en el criterio y decisión clínica.

 En el primer grupo se incluyen las siguientes recomendaciones: a) para mayores de 19 años una dosis anual de vacuna de Influenza inactivada (IIV) o Influenza recombinada (RIV) y una dosis de vacuna para difteria-pertusis-tétanos (Tdap o Td), y luego como refuerzo cada diez años, b) para adultos entre 19 y 60 años una o dos dosis de la vacuna triple viral sarampión-paperas-rubéola (MMR) dependiendo si nació antes o después de 1957, c) para adultos entre 19 y 40 años dos dosis de la vacuna de varicela (VAR), d) para adultos mayores de 49 años dos dosis de vacuna zóster recombinante (RZV) o para mayores de 60 años una dosis de vacuna zóster de virus vivos (ZVL), e) para mujeres entre 19 y 26 años dos o tres dosis de la vacuna del virus del papiloma humano, y e) para adultos mayores de 65 años la vacuna del neumococo polisacárido (PPSV23).

En el segundo grupo se incluyen las recomendaciones para vacunar a mayores de 19 años con una dosis de neumococo conjugada (PCV13) o dos dosis de neumococo polisacárido (PPSV23), dos o tres dosis de hepatitis A (HepA), dos o tres dosis de hepatitis B (HepB), una o dos dosis de vacuna anti-menigococo A, C, W, Y (MenACWY), dos o tres dosis de menigococo B (MenB) y una o tres dosis de Haemophilus Influenzae tipo b (Hib) y a mayores de 40 años con dos dosis de vacuna de varicela (VAR).

En el tercer grupo está la vacuna del virus del papiloma humano (VPH) en mujeres de 27 a 45 años, la de neumococo conjugado (PCV13) en mayores de 65 años y la anti-meningococo B (MenB) en jóvenes de 19 a 23 años.

Como es evidente el esquema de vacunación de adultos es muy amplio en países desarrollados como los Estados Unidos, y representan un gasto de bolsillo importante para la población debido al modelo de atención en esas latitudes. Sin embargo, los beneficios sociales y económicos por el número de casos y defunciones prevenidas supera con creces todos los costos.

En países en desarrollo como El Salvador, debemos aspirar a contar en la medida de lo posible con un esquema de vacunación de adultos cada vez más amplio, pero además que sea financiado de manera pública. Existe una Ley de Vacunas que ofrece el marco normativo y asigna recursos en base a un porcentaje del Presupuesto General de la Nación.

Falta todavía que se cumpla a cabalidad la asignación presupuestaria, pero la sociedad y las asociaciones de profesionales deberán hacer abogacía para su cumplimiento por parte del Estado. La vacunación es la intervención de salud pública más eficiente y que reporta un mayor beneficio comparado con su costo.

Según el análisis demográfico realizado por diferentes instituciones y expertos, se sabe que actualmente El Salvador se encuentra en transición demográfica y también en transición epidemiológica.

Transición demográfica significa que la disminución de las tasas de mortalidad (incluida la mortalidad producida por enfermedades prevenibles por vacunas) tiene un retraso en comparación con la caída de las tasas de fecundidad, provocando por consiguiente un bono demográfico, es decir, que la población en edad productiva es mayor que la población dependiente (menores 18 años y mayores de 60 años).

Transición epidemiológica significa que las tasas de mortalidad por enfermedades infecciosas son todavía altas y que al mismo tiempo las tasas de mortalidad por enfermedades no transmisibles como cáncer, diabetes mellitus e hipertensión arterial, están alcanzando niveles muy altos, ocupando algunas de ellas un puesto en las primeras diez causas de muerte.

Por lo tanto, las proyecciones no son alentadoras, pues tenemos una doble carga de mortalidad que irá incrementando si no hacemos nada ahora. Tenemos la oportunidad de prepararnos durante los próximos treinta años, mientras dure nuestro bono demográfico. Para el año 2050 aproximadamente, cuando el bono demográfico deje de existir pasaremos a ser una población vieja, en la cual la demanda y presión por servicios de salud para personas adultas mayores será altísima. Entonces será muy difícil responder adecuadamente si no actuamos hoy.

La preparación tiene que ir en los dos sentidos: por un lado, preparando condiciones para prevenir y controlar mejor las enfermedades transmisibles; y por otro previniendo y mejorando el tratamiento de las enfermedades crónicas.

En el caso que nos ocupa, la vacunación de adultos, hay que reconocer que es necesario ampliar el número de vacunas disponibles para la población adulta en el esquema nacional. La ampliación del número de eventos prevenidos por vacunas reducirá sin duda la mortalidad y la demanda en los servicios de salud por estas causas.

El ahorro obtenido para la sociedad será enorme, tanto en términos de vidas humanas como en lo económico. Es necesario que las nuevas generaciones de epidemiólogos y economistas de la salud realicen estimaciones y proyecciones de dicho ahorro. Esta evidencia puede ser utilizada para sensibilizar a los tomadores de decisiones en el país.

Otra idea que con fuerza debemos divulgar es que el ahorro producido por la vacunación de adultos, puede ser invertido en mejorar los programas de prevención de las enfermedades crónicas, pero sobre todo en el mejoramiento de la infraestructura, equipamiento médico, formación y contratación de recursos humanos especializados.

Si no invertimos en vacunas ahora, si no ahorramos en los próximos años y si no re-orientamos esos ahorros del presupuesto para la prevención y atención de las enfermedades crónicas, llegará el año 2050, nos encontrará como ahora, desprotegidos contra ambas enfermedades infecciosas y crónicas, pero con el agravante que la estructura de la población será vieja y con una relación de dependencia mayor.

Parafraseando a Oscar Wilde, diría: “La tragedia de la vejez no es que uno sea viejo, sino que uno no se prepara cuando aún es joven”. Todavía tenemos la fuerza de una población joven y podemos prepararnos para el futuro. Mejorar el esquema de vacunación de adultos es parte de esa preparación.