Implicaciones cardiovasculares en el ejercicio.

En nuestra lucha cada día en el consultorio contra las enfermedades cardiovasculares, son muchas las sorpresas que nos llevamos al ver cada vez pacientes más jóvenes y más enfermos, con lo que nos preguntamos, ¿cómo esto es posible?.

Los humanos, como los animales, disminuyen la actividad física a medida que se hacen mayores, y en la sociedad moderna el nivel de actividad física voluntaria declina tan pronto se alcanza la madurez, lo que produce que los adultos tengan un deterioro en su capacidad funcional y tolerancia a los esfuerzos físicos.

El sedentarismo es un importante factor de riesgo cardiovascular, este es responsable del 6-9% de la carga mundial de muerte prematura por enfermedades no transmisibles (alrededor de 1,9 millones de personas al año en el mundo).

La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que, las personas “insuficientemente activas” presentan entre 20-30% mayor de riesgo de muerte, comparadas con quienes son físicamente activas. Alrededor del mundo, más de una cuarta parte de la población adulta (23% de los hombres y 32% de las mujeres, 28% total) presentan bajos índices de actividad física. Más alarmante aún, el 81% de los adolescentes a nivel global son insuficientemente activos.

En El Salvador según la encuesta ENECA 2015, la prevalencia del sedentarismo fue de 39.9%, siendo más preponderante en las mujeres con un 44.6%. 

Es bien conocido que, la actividad física promueve múltiples beneficios; contribuyendo al mantenimiento de un peso saludable,  fortalecimiento del sistema osteomuscular, mejorando el equilibrio y a su vez disminuyendo el riesgo de caídas; además, mejora el estado cardiorrespiratorio, disminuye el riesgo cardiovascular y la incidencia de diabetes mellitus tipo 2 (DM2), hipertensión arterial (HTA), enfermedad coronaria, accidente cerebrovascular (ACV) y  algunos tipos de cáncer (de mama y colon, por ejemplo). En jóvenes también influye de manera significativa sobre el desarrollo motor y el sistema cardiorrespiratorio.

Si bien, es cierto que todos podemos hacer actividad física, el ejercicio físico de mayor intensidad requiere valoración previa, y no limitarnos por nuestra condición de salud. Aun los pacientes con padecimiento cardíacos pueden realizar actividad física recreativa ligera o moderada, al menos 4 veces por semana o caminar más de 40 minutos al día. Esta intensidad es suficiente para disminuir la incidencia tanto de muerte por cualquier causa como la de origen cardiovascular sobre todo en quienes han tenido un infarto.

La práctica de ejercicio de mayor intensidad en los deportistas en quienes sí tienen capacidad absoluta para ejercer el deporte con dominio de la técnica y completa intensidad, pueden presentar eventos cardíacos como arritmias, muerte súbita o infarto al miocardio repentinamente, por espasmos o ruptura de placas de grasa y formación de coágulos que terminan obstruyendo las arterias.  Por lo que deben ser sometidos a evaluación cardiovascular, en la que es posible detectar hasta un 70% de las causas de muerte súbita; esta se presenta en 1 de cada 300 000 practicantes durante la ejecución del esfuerzo físico o inmediato a su finalización. El especialista podrá detectar cambios propios de la adaptación que se producen en el corazón en quienes practican deportes o alteraciones previas al inicio de la práctica deportiva.

¿Cómo podemos evaluar nuestro corazón para someternos a ejercicio físico?

Debemos conocer nuestra condición cardíaca previo a la realización de actividad física y más aún cuando se trata de un deporte, ya sea de forma recreativa o competitiva. Los atletas jóvenes deben someterse a un valoración  por un especialista, quien indagará sobre el historial familiar y personal, además, realizará un examen físico, evaluando los pulsos, búsqueda de soplos, toma de presión arterial y signos de alguna enfermedad congénita, sobre todo en menores de 40 años; realizando un electrocardiograma de 12 derivaciones, pero si presenta otras condiciones de riesgo y se encuentra en el rango entre los 40 y 60 años es posible que sean indicados otros exámenes como un ecocardiograma o prueba de esfuerzo cardiopulmonar. 

Según esta evaluación inicial se determinará la necesidad de realizar otros estudios cardiológicos como un ecocardiograma doppler o una prueba de esfuerzo en banda sin fin.

Otra condición a evaluar y muy popular en los pacientes es la llamada “mala condición física”, a la que frecuentemente se le atribuyen algunos síntomas cardíacos como la disnea o la falta de aire. Esta es conocida médicamente como capacidad funcional, un tipo de signos vitales, así como la temperatura o la presión arterial, que mide la aptitud física del paciente; al ser evaluada nos permite recomendar un nivel de esfuerzo en el deporte de forma fidedigna y medible más allá de una estimación superficial y así poder realizar una práctica segura.

El balance entre riesgos y beneficios de la práctica de actividad física es claramente favorable hacia los beneficios, sobre todo cuando la práctica es regular y si se practica con intensidad moderada-alta.

Todo esto ha llevado a la mayoría de las sociedades médicas y cardiológicas a promover el ejercicio como parte vital del cambio hacia un estilo de vida cardiosaludable; es bien reconocido que, una actividad física adecuada constituye un valioso complemento terapéutico para el control y el tratamiento de la enfermedad coronaria y los factores de riesgo cardiovascular.