Disfrazando creativamente.

Alrededor de los 5 años, mis chicos llegaron a un momento en el que pareciera que les dio un reset en el gusto y de comer de “todo” se convirtieron en los famosos picky eaters. El color verde y cualquier cosa que estuviera dentro del grupo de verduras estaba totalmente vetado de sus gustos, al punto que preferían no comer a tener que comer verduras. Fue aquí donde dije, tengo que hacer algo, porque no podemos vivir solo con yogurt y pan con queso. El método de figuras y decoración no funcionó, pero luego de ver una publicidad de un restaurante conocido en el que hacían sus pupusas de colores, los cuales provenían de los vegetales, pensé, no pierdo nada intentando. Así fue como llegamos a hacer pupusas amarillas, licuando zanahoria y ocupando ese juguito para agregarlo a la masa; de igual manera con las pupusas rosas, hechas con jugo de remolacha y las verdes de hulk, hechas con espinacas; colorear la comida ha sido mi mayor arma para introducir vegetales sin morir en el intento.

Dentro de los “nuevos gustos” apareció el amor infinito por las cosas dulces, entre más azúcar más rico era, aunque luego de esto tuvieran que tomar 3 litros de agua y tener hambre nuevamente en media hora. Lograr quitar el dulce es más difícil que meter verduras disfrazadas; probando probando, opté por no eliminar azúcares al máximo como haríamos nosotros los adultos sino tratar de mejorar la calidad de alimentos dulces que les daba. Por ejemplo, si me piden paletas heladas de chocolate, las hago en casa, donde puedo ocupar leche vegetal, chocolate sin azúcar y utilizar stevia o monk fruit en combinación con azúcar normal para endulzar y que no les cambie mucho el sabor; preparar galletas de avena con chispas de chocolate semiamargo porque cualquier cosa que lleve chocolate les encanta. Además, descubrí la grandiosa idea de que en los horneados como galletas, cupcakes y pancakes podía incluir mis mezclas de verdura para colorear la masa, y así introducir vegetales en la comida dulce. 

La licuadora y el rallador han sido mis mejores amigos en cuanto a disfrazar verduras se trata, una salsa para pasta o una crema puede incluir mil verduras y pasar desapercibidas mientras están licuadas. El rallador me ha permitido incluir verduras en básicamente todas las comidas que elaboro, justificando que es para “darle color” y que es tan pequeña la porción que ni sabor tiene; y, por último, quizás el cambiar harinas por carbohidratos más saludables, como por ejemplo plátano, avena, papa y yuca. Todo esto me ha permitido no solo mejorar la calidad de alimentos de mis hijos, nutrirlos y aportar en la construcción de un mejor sistema de defensas sino también en su saciedad por más tiempo, logrando así, evitar los antojos por chucherías.

María Fernanda García Pérez. Paciente CCM.