El hogar y la escuela como un entorno estable y saludable.

Del desafío al ejemplo.

Hablar de entornos saludables engloba la integración del niño y su desarrollo en un estado de completo bienestar y construcción de espacios físicos, psicológicos, sociales y culturales donde transcurre parte importante de su vida, buscando potenciar al máximo el nivel de calidad de vida para lograr redes de apoyo sanas, seguras y estables.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), todos los niños tienen derecho a crecer en un ambiente saludable tanto en el hogar como en la escuela, donde se desarrollen física, cognitivo, social y emocionalmente, de forma que les permita adaptarse al entorno; ya que son mediadores primordiales del aprendizaje y el mejoramiento de la calidad de vida en estas etapas.

Como punto de partida, es importante mencionar que el hogar es el primer lugar de interacción del niño; los miembros de la familia se encuentran en la búsqueda continua del bienestar y conservación de condiciones favorables para fomentar el desarrollo óptimo en todas las áreas en las que el niño interactúa, respetando sus necesidades, promoviendo principios, valores y actitudes positivas para la vida, que le permitan alcanzar su máximo potencial.

El ambiente del hogar en el que nace un niño incide en las oportunidades de aprendizaje y desarrollo que tendrá a lo largo de su vida. En las relaciones familiares se crean vínculos afectivos que constituyen el eje central del dinamismo y la vinculación emocional que se establece entre una persona y otros miembros del entorno familiar.

Así mismo, el estilo de crianza de los padres tiene una gran influencia en el desarrollo de una personalidad armónica y estable; es por ello, que la educación familiar no se puede considerar solo como una acumulación de experiencias transmitidas y de modelos preestablecidos, sino que exige profundizar en los principios básicos del ser de la familia. Un entorno sano está construido por pilares fundamentales tales como el amor y el respeto; además, brinda seguridad y protección, ofrece intimidad, es confortable y contribuye al bienestar de cada una de las personas que lo habitan.

Después del hogar, la escuela es el lugar en el que pasan más horas al día, determinando su desarrollo a partir de los aprendizajes y la influencia del entorno físico y social. Los niños de hoy en día se enfrentan a una serie de retos que eran inimaginables hace tan solo una generación. Las comunidades escolares y educativas desempeñan un papel importante en el desarrollo de una sociedad de bienestar que va más allá de cuestiones morales, legales y económicas.

Describir una escuela “saludable” no es tan fácil como parece a simple vista. Diversas investigaciones declaran que, los estudiantes que no se sienten física y emocionalmente seguros en la escuela a causa de variables contextuales e interpersonales, reducen su rendimiento académico.

La escuela es un espacio en el que los conflictos están a la orden del día. Solo basta con pensar en que se trata de un espacio limitado en el que conviven varios cientos de personas, la gran mayoría de ellas en un período de construcción de su personalidad y rebosantes de energía. Si bien, esas características nos hacen pensar en que gestionar todo eso es muy difícil; también es cierto que, si se establecen mecanismos de gestión de la convivencia, estos pueden ayudar a anticiparse a los problemas y disponer de herramientas para resolver los conflictos de forma más efectiva.

Sin un entorno escolar saludable, no puede haber enseñanza y aprendizaje de calidad. Del mismo modo, no pueden existir “comunidades de estudiantes” prósperas y equitativas sin unos docentes y personal de apoyo saludables, por lo que se necesita definir nuevos entornos de aprendizaje que iluminen esta posibilidad de transformación.

Una sana convivencia entre los diferentes miembros de un grupo familiar como la comunidad educativa, son componentes esenciales para la construcción de un ambiente saludable. En ese sentido, es muy importante que la familia y los centros educativos sean espacios que promuevan las relaciones armónicas, donde favorezcan las capacidades de cada uno de los actores; ofreciendo herramientas de mediación y negociación para la resolución de conflictos cuando estos aparecen.

Entonces surge la pregunta: ¿cómo garantizar un entorno saludable?

Desde el hogar, se necesita trabajar en la creación de un ambiente, seguro y armónico en donde se cubran las principales necesidades del niño respetando su tiempo y ritmo, acompañándolo durante el proceso; así como el establecimiento de una relación adecuada al interior de la familia, fomentando lazos de comunicación estables, donde se propicie el diálogo, mediante una escucha activa y soporte emocional para el manejo de conflictos; además, promoviendo un espacio democrático donde todos tengan la mismas oportunidades de opinar y expresarse libremente.

Es importante llevar una crianza respetuosa desde la empatía como pilar fundamental, para mantener y conservar los derechos de los niños, así como su dignidad, creando un ambiente donde se brinda una mano respetuosa, amable, amorosa y al mismo tiempo firme, segura y confiable; de esta forma se logrará crear un marco saludable para los niños, reforzando su bienestar, autonomía y la interacción con su entorno.

Para que una escuela contribuya a la sensación de seguridad y un entorno saludable entre los niños y los docentes, deberán de considerar tres factores interactivos:

  1. Físico: donde se busque desarrollar una política escolar saludable, que vela por aspectos de infraestructura e higiene, donde la iluminación y ventilación sean adecuadas para el número de estudiantes por cada salón de clase; así mismo, el establecimiento de objetivos realistas de promoción de la salud sobre la base de un diagnóstico preciso, buscando mejorar continuamente las condiciones de salud mediante la supervisión y la evaluación.
  1. Emocional: la escuela tiene el compromiso de preocuparse por el clima del aula, utilizando metodologías didácticas que potencien la autoestima y la capacidad de tomar decisiones; de igual modo que impacte de forma positiva en el desarrollo de características y competencias personales que sean útiles para afrontar la desafiante vida cotidiana y para sobreponerse a la adversidad, logrando así un sano equilibrio en la salud mental.
  1. Social: debe procurar el desarrollo de diversas actividades que favorezcan las relaciones personales, fomentando un entorno de apoyo, así como la importancia de mantener una relación fluida entre los diferentes miembros de la comunidad educativa: alumnado, familias, docentes, directivos y demás personal. Un enfoque global donde todos los miembros de la comunidad educativa trabajan juntos y se comprometen a crear una cultura positiva donde hay un sentido de pertenencia en un ambiente acogedor, inclusivo y respetuoso.

Una escuela saludable es capaz de maximizar el aprendizaje de los alumnos mediante la promoción del desarrollo de habilidades emocionales, relacionales y de salud física; un ambiente de paz, seguridad y confianza que el docente construye en el aula, condición necesaria para que se activen los circuitos del cerebro que facilitan el aprendizaje. Es en entornos de seguridad y confianza donde se despliega la capacidad de exploración y adquisición de conocimiento.

Licda. Andrea María Montenegro García. Psicóloga y máster en Evaluación Educativa.