¿En qué casos debo llevar a mi hijo al cardiólogo pediatra?
“Para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo”, decía mi abuela y aunque parezca confuso o amplio, es necesario decir que la primera causa de consulta obligada para toda subespecialidad es aquella que se supone proviene del órgano en cuestión. Para la cardiología pediátrica, de forma lógica, la primera causa obligada de referencia es el descubrimiento de un ruido fuera de lo usual a cualquier edad.
En este punto es importante explicar que la mayor parte de la gente entiende la palabra “soplo” como enfermedad, pero, esta en realidad describe solamente un fenómeno sonoro producido por la sangre a su paso dentro de las complejas estructuras que conforman el corazón. Pudiendo ser este, producto de un evento transitorio (fiebre, anemia, frecuencia cardíaca aumentada, infección cardíaca, etc.), de una estructura mal formada (la cual puede ser más flexible, más rígida, ausente o encontrarse de más, dentro o fuera del corazón) o simplemente la turbulencia normal de la sangre en su paso por las estructuras habituales del corazón (paciente con poca grasa o músculo como es el caso de los lactantes, escolares o preadolescentes).
Lo usual en nuestro país por muchos años fue que el médico general auscultara un fenómeno auditivo cardíaco y asumiera que este era “malo” o “normal”. Sin embargo, esto produjo retraso en la atención adecuada de muchos pacientes que llegaron hasta la edad adulta con una enfermedad cardíaca, falsamente diagnosticada como un “soplo normal”. La conducta moderna ante la detección de un sonido anormal (ya sea en intensidad, ritmo, duración, tono, características o localización) requiere un examen ultrasonográfico de las cavidades, válvulas y función cardíaca por parte de un cardiólogo con experiencia en enfermedades cardíacas portadas por el enfermo desde su concepción, a las cuales llamamos: cardiopatías congénitas. Haciendo especial mención para aquellas enfermedades sistémicas que afectan de mayor o menor medida al corazón y requieren su control.
“Si el río suena…piedras lleva”. Refiriéndonos a los individuos que tienen un familiar hasta segundo grado con una afección cardíaca congénita confirmada o sospechada. Todos los hermanos o hijos de alguien que haya nacido con una estructura anormal dentro de su corazón requieren una valoración por parte del especialista, pues muchas de estas anormalidades pueden presentarse dentro de grupos familiares específicos, con una frecuencia mayor respecto a otras familias.
Así mismo, el médico general o pediatra puede identificar a una persona con ciertas características físicas que usualmente pasan inadvertidas para el ojo no entrenado (demasiada altura, poca altura, posición y tamaño de los ojos, forma de las manos, dedos, defectos en otras partes del cuerpo, enfermedades metabólicas por parte de familiares o del propio, e incluso alteraciones orales y de los dientes), estas se relacionan frecuentemente con algún defecto anatómico interno, muchas veces cardíaco. Es de especial interés aquellos que portan trisomía 21 (síndrome de Down) debido a que pueden padecer de malformaciones que no produzcan un ruido anormal.
“No hay peor sordo que el que no quiere oír”, muchas veces son nuestros propios hijos (de cualquier edad) que refieren insistentemente una sensación anormal en el pecho describiéndola como “palpitaciones”, “taquicardia”, “dolor en el corazón”, “punzadas”, “latiditos” y muchas otras; queda claro que es el primer paso de un viaje, y la investigación de este síntoma puede contribuir a descartar muchas veces una enfermedad cardíaca, pero demostrar la existencia de algo que se desconocía, como es el caso del asma, lesiones musculares, tumores intratorácicos, alergias, alteraciones óseas o problemas relacionados a la salud mental; que requerirán la adecuada valoración del ritmo y función cardíaca para el tratamiento idóneo una vez se hayan descartado anormalidades, no solo en la estructura mecánica del corazón sino en la velocidad y cadencia con la que nuestro órgano más rítmico marca el paso de la vida.
“Menos plato y más zapato”. Es de todos conocido que, con el reinado de las redes sociales, consolas de juego y teléfonos inteligentes aunado al alto costo de los alimentos sanos, falta de tiempo por parte de los cuidadores para atender las necesidades de los niños y adolescentes junto con la inseguridad en las colonias y calles, la obesidad infantil se ha vuelto mucho más frecuente. Lejos de ser este solo un problema de aspecto físico se acompaña frecuentemente de alteraciones en la presión arterial, aún más, si el joven en cuestión tiene antecedentes de diabetes y/o hipertensión arterial. Frecuentemente suponemos que el aumento de la presión arterial produce síntomas específicos, sin poder esta aseveración estar más lejos de la verdad.
Es pues el aumento patológico de la presión arterial un mal silencioso que predispone para infartos tempranos y otras enfermedades del sistema circulatorio a temprana edad.
“Hijo de tigre sale pintado”. La presencia de familiares que hayan sufrido una muerte temprana en circunstancias poco esclarecidas o ya muy extrañas, obligan a investigar un fenómeno conocido como “muerte temprana”, pudiendo llegar a descubrir enfermedades poco usuales, hereditarias y con grados variables de mortalidad; logrando con su detección temprana iniciar mecanismos capaces de aumentar la esperanza y calidad de vida del sujeto en cuestión.“Mayo de hambre, me desmayo”, por último es necesario recalcar que la primera causa de pérdida de la conciencia es cardíaca, por lo que es necesario descartar una serie de enfermedades que producen una interrupción súbita del estado de vigilia, sin que estas obedezcan a fenómenos neurológicos, tratándose en la mayoría de los casos de padecimientos de fácil tratamiento que normalizan la vida del paciente. Por último, y no menos importante si la madre, padre o el paciente creen necesario visitar a su aliado en salud, el cardiólogo pediatra.
Dr. Jorge Manuel Guevara Anaya/ cardiólogo pediatra.