Fuertes comienzos en la niñez, una vida saludable en la adultez.

Los primeros 1000 días en la vida de una niña o un niño, es decir los 270 días en que se encuentra en el vientre materno más los 365 días del primer año y 365 días del segundo año de vida, tienen implicación significativa en la forma de cómo una persona se conducirá en el curso de su vida; podría predecir las afectaciones de salud que enfrentará o incluso, influenciar la talla que alcanzará; ha llegado a establecerse por ejemplo, que una nutrición adecuada de la mujer e incluso del hombre al momento de la concepción, y de la madre en la gestación y de la niñez en esos primeros años, son determinantes en la función de órganos y sistemas, en la prevención de enfermedades no transmisibles y, no solo en la mejora de la salud actual y futura, sino también de un mejor desarrollo infantil y una mayor competencia para superar las circunstancias adversas, y organizarlas a su favor en toda su vida ¡simplemente maravilloso!

Este cuadro tiene a su base, la forma en que cuidadores primarios y la institucionalidad tratan a la niñez durante esos primeros 1000 días de vida; de hecho, la primera infancia ha tenido la atención de profesionales de salud y educación, y de otras disciplinas del desarrollo humano al grado que, dos premios nobel de economía, Amartya Sen en 1998 y James Heckman en 2002, demostraron evidencia sobre la prioridad de invertir en programas de primera infancia como alternativa costo efectiva para la reducción de la pobreza en los países.

Guías de atención, protocolos de actuación, programas y modelos operativos han sido diseñados por el sistema de salud para orientar la implementación de la estrategia, en términos de garantizar el acceso de calidad y cobertura universal para la niñez, y de afectar positivamente sus determinantes sociales; los avances han sido registrados, pero existen aún, profundos desafíos que solventar. 

La atención a las determinantes de la salud es un concepto que si bien, se ha abierto paso en la definición institucional de cómo proveer atención en salud a la madre embarazada y a la niñez; es en mi opinión, su principal dificultad; por ello, en una visión compartida entre el ente rector en salud, empresas proveedoras de servicios de salud y organizaciones de desarrollo, es preciso identificar y potenciar las buenas prácticas o estudios de caso que presenten evidencia de mejora de indicadores tanto de proceso, como del aumento de la proporción de madres que asisten a cinco controles de embarazo, que reciben consejería nutricional y psicosocial; que sus casos de hipertensión arterial, diabetes, infecciones u otras afectaciones son gestionadas, y acceden al parto hospitalario, etc.; y sobre todo, de indicadores de resultado y de impacto al mostrar mayor reducción de tasas de mortalidad materna y neonatal, de la prematurez, del bajo peso al nacer y de complicaciones para la madre y la niña o niño.

Estos indicadores suelen estar incluidos en el estamento programático de instituciones de salud, la pregunta es entonces, ¿cómo gestionar esas determinantes en ese segmento de madres embarazadas que histórica y culturalmente no acuden a los servicios de salud, y por consiguiente están más bien incluidas en los indicadores de déficit, y lo más preocupante, con riesgo incrementado de padecer o dar a luz a niñas y niños que nacen ya con desventaja?, ¿cómo hacer que ese hogar donde vive una madre embarazada, con poco acceso a saneamiento básico, a electricidad u otros servicios, con bajos niveles educativos, un hogar marcado quizá por la violencia intergeneracional y de género, con dificultades para proveerse el sustento, con poca información o peor aún, con información distorsionada y desconfianza sobre los servicios de salud acceda a la atención del embarazo y nacimiento?, ¿cómo hacer para que, tanto ella como su bebé estén incluidas en este cuadro tan favorecedor de los primeros 1000 días?  

Tales preguntas probablemente no tengan todas las respuestas; sin embargo, vale la pena explorar cómo prácticas armónicas con los saberes y dinámicas de la comunidad o vecindario pueden interactuar con los lineamientos técnicos del Ministerio de Salud, sin sobreponerse unos sobre los otros, entre los cuales pueden estar:

  1. Familias que se comunican entre sí y con su vecindario: familias que relevan a la madre y su bebé y alientan su cuido, descanso, higiene del sueño, le apoyan a buscar atención; familias que priorizan este binomio madre – niño en la distribución intrafamiliar de alimentos. A vecindarios que colaboran con el cuido. Este fomento es posibilitado con campañas comunicacionales, con el mensaje incluido en las homilías de líderes religiosos comunitarios, con el tema incluido en la agenda de grupos comunitarios, no solo de grupos relacionados a la salud, como clubes de embarazadas y lactantes, sino también en el plan de actividades de las ADESCO u otras organizaciones donde la población participa, hasta permear el mensaje e influenciar la práctica. 
  1. Promotores de salud o equipos comunitarios de salud y otras instituciones en interacción continua con la población, quienes mediante jornadas como la vacunación domiciliaria o mapeo de hogares, puede identificar mujeres embarazadas para atención y referencia temprana, y posibilitar la atención especializada, acceso a productos biológicos para la reducción de enfermedades inmunoprevenibles o la suplementación nutricional, etc. 
  1. Plan de parto: este instrumento incluido en los lineamientos técnicos oficiales, suele ser tan útil según el énfasis empleado en asesorar a la mujer embarazada para elaborarlo. El plan de parto ayuda a una embarazada en condiciones más difíciles, a organizar con antelación las condiciones para solventar las “tres demoras” que influyen en el riesgo de muerte y sufrimiento materno y/o neonatal, estas son:
  • Demora de la madre y su familia para decidirse a buscar atención ante signos de riesgo.
  • Demora de la red de apoyo local para trasladarla a un establecimiento de salud.
  • Una vez en el hospital, demora en recibir atención. 

El plan de parto ayuda a la madre a superar las dos primeras demoras, a acordar, por ejemplo, quién de su vecindario que tiene vehículo la trasladará al hospital ante los primeros signos, cuál vecina cuidará de sus otros hijos o de parientes enfermos, hechos probablemente simples pero que en la práctica inciden en la decisión de una mujer a buscar o no atención al parto; el sistema hospitalario debe trabajar en reducir la tercera demora.    

  1. Pasantías hospitalarias: muchos son los mitos o construcciones conceptuales que la mujer embarazada tiene con relación al parto hospitalario; las pasantías constituyen una excelente metodología consistentes en que previa coordinación con personal hospitalario y una eficiente comunicación con la comunidad, mujeres embarazadas, acuden en grupo al hospital donde el personal las recibe y muestra de forma amigable, el paso a paso que seguirán al momento de su alumbramiento; esto promueve mucho el parto hospitalario.
  1. Asistencia durante el puerperio, si un tercio de muertes de niños menores de cinco años ocurre durante el primer año de vida, un tercio de muertes de los menores de un año ocurre durante los primeros 28 días, y un tercio de muertes de los menores de 28 días ocurre en las primeras 72 horas de vida; es decir, cuando una madre ya volvió a su hogar, es preciso apoyar a parientes o red de apoyo de la madre para detectar riesgos que comprometan su vida.
  1. Lactancia materna exclusiva hasta los seis meses, y luego alternada con otros alimentos en la ablactación: la madre informada y apoyada durante las consejerías puede superar mitos y miedos sobre la lactancia, adoptar las buenas prácticas, y proveerse a sí misma y a su bebé de los beneficios a la salud, nutrición, economía del hogar y al fortalecimiento del vínculo afectivo entre ella y su bebé.
  1. Proteína de alto valor biológico: las consejerías nutricionales suelen recomendar una dieta equilibrada de proteína, grasas y carbohidratos, eso está bien; el problema es que las fuentes de proteína aluden a productos de origen animal por ser la que tiene todos los aminoácidos esenciales como pescado, pollo, carnes, huevos y leche; recomendación que puede sonar surrealista para muchas madres. La opción podría basarse en orientar al consumo de proteína de alto valor biológico, a partir de combinar cereales con leguminosas, ya que aminoácidos deficientes en los cereales como lisina y triptófano están contenidos en las leguminosas, y aminoácidos esenciales deficientes en las leguminosas como metionina y cistina están contenidos en los cereales, configurando esta combinación se obtiene una proteína de alto valor biológico, tan necesaria para el anabolismo, el crecimiento ponderal, la división celular, etc. 
  1. Desarrollo infantil: círculos de desarrollo infantil temprano en la comunidad, rincones de aprendizaje en unidades de salud a donde los niños pueden acudir mientras su madre espera pasar consulta, juguetes que promueven la neuroplasticidad, capacitaciones dinámicas que ayudan al círculo cercano a la niñez, activan su desarrollo integral de cognición, motricidad tanto fina como gruesa, la socioafectividad y el lenguaje.   
  1. Gestión de casos; lamentablemente, muchos embarazos son producto de la violencia sexual, lo cual añade factores de estrés tóxico para la madre y su bebé, incompatibles con un comienzo saludable, tornando indispensable una gestión individualizada y holística del caso.

Es pertinente registrar y revisar estas prácticas, someterlas a validación y así, valorar su implementación a escala programática, geográfica y poblacional con la madre y cada niña y cada niño para prevenir afectaciones mayores en su vida adulta, pero, sobre todo en su momento actual, tal como escribió la poeta Gabriela Mistral acerca de la niñez: “Su nombre es hoy”.

Licda. Ludin Siloé Caballero de Chávez.

Nutricionista clínica-máster en Salud Pública. Gerente del Programa de Salud y Protección de El Salvador para Save the Children.