Jóvenes sintiéndose ancianos

“No vencemos a la muerte viviendo por más tiempo, vencemos a la muerte viviendo bien y plenamente” (Randy Pausch).

 

Tengo 21 años, y he hecho ejercicio desde que tengo 13 años de edad. Para mí, todo comenzó queriendo copiar las cosas que hacía mi hermano mayor. Siempre he sido delgado, y a los 13 ya empezaba a preocuparme por mi físico, las apariencias, acné y todos los “problemas” que aquejan a un típico adolescente. Mi primer ideal fue ganar músculo, sacar el famoso “six pack” y ya, no sabía de rutinas, repeticiones, descansos, distribución de ejercicios, progresiones, nutrición ni nada, aun así, me empecé a adentrar en ese mundo. Al principio solo buscaba entrenar en mi periodo de vacaciones de fin de año y llegar al siguiente grado totalmente cambiado; eso nunca pasó.

Ese año conocí que tenía un talento para correr, solíamos hacer un torneo de atletismo en el colegio para el cual se clasificaba durante las clases de educación física. En séptimo grado clasifiqué por primera vez a la prueba de 1500 metros planos, me sentí muy emocionado por ser de mis primero logros en cualquier cosa, así llegó el día de la competencia, participé y quedé en penúltimo lugar. No es nada para ponerse a llorar, en vez de eso, entrené por mi cuenta en mi casa, clasifiqué los siguientes dos años que pude participar en el torneo y logré quedar en segundo lugar en noveno grado en la prueba de 800 metros.

Para bachillerato, la actividad física de todos mis compañeros se redujo, incluida la mía, ya no recibíamos clases de educación física, que era lo que decíamos que nos mantenía en forma y fue cuando empecé a notar algo, que la mayoría se quejaban de como engordaban, perdían capacidad aeróbica, ya no corrían como antes y se cansaban más rápido, pero por mi parte era muy diferente, siempre quise mantenerme activo, ya sea jugando fútbol, en entrenos de volibol, entrenando en casa o incluso jugando fútbol americano por un tiempo.

Pero el problema no quedaba ahí, en la universidad todo se ponía peor, ya las apariencias físicas pasan a segundo plano para la mayoría, tanto que ni siquiera se toma en cuenta el beneficio de la actividad física  para la salud, de esta manera escuchaba más comentarios del tipo “que viejo estoy”, “ya no aguanto el trote como antes”, “antes te aguantaba todo el partido” y para mí eso chocaba mucho, principalmente porque la salud física ya era parte de mi vida, me había unido al equipo de atletismo de la universidad y para agregarle, estaba estudiando la carrera de nutrición.

Mucha gente a mi alrededor se ha interesado por mis actividades tanto en el atletismo como el ejercicio físico aparte, y han tenido la intención de tomar el hábito, sin embargo, son pocos los que lo toman y lo aplican dentro de sus vidas de forma permanente, y es que ya a estas alturas hay una cognición del ejercicio como algo en lo que se debe sufrir, que es tedioso, aburrido e incluso costoso, pero nada puede estar más alejado de la realidad. Actividad física no es únicamente correr, hacer flexiones, abdominales, levantar pesas, etc., existen muchas actividades disponibles como el baile, las caminatas, pasear con el perro, hacer yoga, nadar, jugar fútbol con amigos o incluso pequeñas actividades o variaciones que se pueden hacer dentro de nuestras rutinas diarias, como elegir las escaleras sobre las gradas eléctricas, caminar un tramo más grande hacia tu casa, hacer estiramientos si se tiene un trabajo sedentario y así muchos ejemplos más.

Los jóvenes tenemos la oportunidad de tomar el hábito de la actividad física para fomentar una buena salud a futuro, incluso los adultos mayores, pero con el paso de los años este reto se vuelve más difícil, por lo que es importante tomar acción cuanto antes, alentar a las personas a nuestro alrededor a hacerlo y así que ellos transmitan la cultura. Por otro lado, los adultos tienen la tarea de inculcarlo en los menores desde temprana edad, que ellos lo pasen a las generaciones que vienen atrás y así sucesivamente.

Creo que vivir a plenitud, vivir bien, implica poder tener uso de las facultades del cuerpo humano en correcto estado y usarlas para sacar provecho de nuestras vidas, hacer las actividades que nos proponemos, ayudar a los demás, convivir a gusto con nuestros seres queridos, tener esos “gustitos” de vez en cuando, gracias a que no desarrollamos ninguna limitante que nos impida disfrutarlos y así, poder decir que hemos vivido bien, que vencimos verdaderamente a la muerte.