Cómo perder peso curó mi hipertensión arterial.

Cuando me di cuenta que tenía la presión arterial elevada fue un duro golpe, pero no debió sorprenderme, yo no llevaba la vida más saludable, tenía poca actividad física y eso relacionado a una mala alimentación me hizo llegar a tal punto. Lo primero que pensé es, ¿cómo era posible?, sólo tenía 19 años y a pesar de todo, no me enfermaba constantemente, pero los datos lo decían, tenía hipertensión.

Yo ya conocía sobre esta enfermedad, desde que tengo uso de razón he visto como mi madre pasa constantemente tomando medicamentos para tratarla, yo no quería pasar por lo mismo; así es que, decidí hacer algo al respecto; el doctor me dijo que para evitar tomar pastillas tenía que bajar de peso, y eso contribuiría a regular mi presión arterial.

Entonces me propuse eso, para ese momento pesaba 209 libras; empecé haciendo ejercicios básicos que me acordaba o había visto a otras personas haciéndolos, pero no funcionaba porque no era lo que yo necesitaba. Luego opté por buscar en internet ejercicios que me ayudaran a bajar de peso, y encontré una aplicación que me decía qué hacer, cómo hacerlo y cuánto tiempo; apoyado con esta aplicación, armaba mis rutinas con ejercicios básicos para quemar calorías. Física y mentalmente me sentía mejor, pero mi peso seguía siendo el mismo.

A pesar de que ya empezaba a hacer ejercicio yo seguía teniendo un mal hábito, seguía comiendo igual. Decidí que si iba a hacer algo lo iba a hacer bien y el primer cambio que tenía que hacer era en mi alimentación; con ayuda de mi nutricionista armamos un plan que tuviera comidas que me gustaran y que fueran de fácil acceso para mí, quitándome otras comidas que no me ayudaban y agregándole otras que sí lo hacían. Yo antes creía que para tener una mejor dieta tenía que comprar alimentos caros, con mal sabor o que directamente tenía que dejar de comer a ciertas horas, pero me equivoqué.

Aprendí a comer mejor, fui descartando cosas en mi casa que no me hacían ningún bien y que ya no iba a comer con regularidad, las sustituí por frutas que no comía seguido. Lo que me dio un poco de tranquilidad es que mi nutricionista dijo que, si seguía mi dieta, en la semana tenía un día para comer comidas fuera del plan, pero lo mejor era evitarlas o no comer mucho de estas comidas, yo guardé esos días para salidas con mis amigos o mi familia, y si no salía seguía con mi dieta.

Siguiendo el plan que habíamos creado e intentando hacer más ejercicio del mínimo recomendado y aumentando la intensidad poco a poco, cuando me sentía capaz de ello, es cuando por fin comencé a notar cambios en mí, notaba que mis camisas me quedaban más grandes, igual que mis pantalones, mi físico estaba cambiando, me veía más delgado.

Seguí y seguí hasta que logré la meta de peso que mi nutricionista había establecido; fue entonces cuando llegó la prueba, el momento de medir la presión, y verificar si todo el esfuerzo había dado frutos, en efecto, ¡mi presión arterial volvió a normalidad!

Pero, a pesar de todo, seguía teniendo sobrepeso, llegué a sentirme mal porque pensé que nada de eso había servido, pero ahí mismo decidí que no podía parar algo que ya había empezado y continúe con mi alimentación y mis ejercicios.

Me esforcé en bajar aún más de peso, me sentía mejor conmigo mismo, ya no solo físicamente, sino que me veía mejor, pero no todo fue tan fácil; así como bajé de peso rápido, hubo momentos en los cuales lo intentaba mucho y no bajaba, me sentía estancado, pero no me rendí.

Me dije que, si una vez me había estancado así y me funcionó cambiar cosas, entonces tenía que volver a hacerlo. Decidí modificar mi rutina de ejercicios porque ya se había quedado corta para mis necesidades, busqué unas rutinas más desafiantes, que me ayudaran a llegar a mi meta, y como la última vez, si seguía con la misma alimentación no iba a hacer nada; sin cambiar la dieta que ya me habían indicado, lo que hice fue reducir las porciones, lo suficiente para sentirme satisfecho y no quedarme con hambre, como me había enseñado mi nutricionista.

Se volvió costumbre para mí hacer ejercicio de manera habitual y el procurar comer de forma balanceada, tanto, que ya ni siquiera lo pienso, solo lo hago; por momentos llegué a sentir la necesidad de comer fuera de mis horas, pero con voluntad pude llevarlas al punto de acostumbrarme a solo comer en mis horas y si se volvía muy difícil comía frutas.

Actualmente peso 178 libras, 31 libras menos, 31 libras que no eran necesarias para sentirme saludable, 31 libras que elevaban mi presión arterial; y aunque todavía no llego a mi meta personal, ya no tengo sobrepeso; con esfuerzo y dedicación todo es posible; yo pude, pude bajar de peso sin dejar de comer bien, sin dejar de salir con mis amigos y familia, sin perderme de cosas que muchos creen que se pueden perder por seguir un mejor estilo de vida; ustedes también pueden, no se rindan, perseveren y lo lograrán. 

Agib Enrique Meléndez Penado/Estudiante de doctorado en Medicina.