Últimos días con mi amada abuela.
Deseo comentarles mi experiencia con mi angelita que está en el cielo a quien amo y recuerdo tanto.
Yo tuve la dicha y satisfacción de poder ayudar a mi madre al cuidado de mi abuela, una persona de 79 años, que tenía un diagnóstico de tumor a nivel del estómago; fue un proceso difícil tanto para ella como para nosotros su familia, hasta donde pudo fue una persona muy activa, toda su vida se dedicó a la venta de almuerzos; recuerdo mucho que a ella no le gustaba visitar centros de atención médica, y en ella la enfermedad empezó con molestias abdominales y problemas gástricos, su estómago empezó a crecer demasiado; un tío que convivía con ella y mi madre la convencieron de visitar a un médico para conocer qué andaba mal, le hicieron una serie de exámenes, ultras y estudios especializados para al fin determinar que tenía un tumor muy avanzado; requiriendo ser operada a la brevedad posible y ahí empezó el calvario de ella para tomar esa decisión, pues le tomó tiempo aceptar la cirugía.
Llegó el día de su operación, todos estábamos nerviosos porque ella nunca se había enfermado a tal grado. Por la gracia de Dios todo salió bien en esa primera intervención, solo quedó un poco delicada y en reposo; el cuidado de sus medicamentos fue difícil más que todo para el tío que vivía con ella, debido a que mi abuela era una persona que no le gustaba seguir a letra la toma de medicamentos, como todo adulto en ocasiones se mostraba un poco reacia a seguir una indicación o un cuidado pues se sentía muy capaz y que no lo necesitaba.
Aproximadamente en unos 6 meses ella tuvo una recaída y se manifestó con dolores fuertes, más que la primera vez y su estómago volvió a crecer rápidamente. Se llevó a un hospital nacional para que la atendieran, y luego la noticia más dolorosa que recibimos como familia fue aceptar que presentaba una metástasis en su estómago, no sabíamos cómo explicarle a ella lo delicado de su estado y que su ritmo de vida no sería la misma, que todo cambiaría.
Mi madre y yo éramos las encargadas de ayudarle en todo, incluso con el comedorcito que seguía en pie, ella sentía que, si dejaba de trabajar, cada día se enfermaría más. Para la familia en general ya era una situación difícil, sobre todo, para mi madre y mis tíos; proseguir con los pasos de cuidados como conseguir una silla de ruedas, comprarle pañales para adultos, prepararle una dieta especial porque no todo le hacía bien y el ocultarle que tenía un cáncer terminal; tristemente, mi abuela empezó a deteriorarse más cada día.
Yo tuve la dicha de convencerla de llevarla a casa para que descansara más, esa semana que estuvo en mi casa fue la semana más linda que viví y que extraño mucho, pues ella ya se comportaba como una niña; le gustaba mucho cuando yo llegaba a casa y que le acariciara su cabecita, también le gustaba mucho que le diera de comer, me esperaba y durante su comida me contaba las anécdotas de su infancia y adolescencia; otra de mis alegrías fue complacerla en todo lo que ella deseaba comer. Aunque los cuidados fueron muy delicados y agotadores, pues ella no podía valerse por sí misma, pudimos gozarla hasta el último día; dándole una buena atención, y haciéndola sentir un pilar muy importante en la familia, una persona que hacía que todos no conectáramos en reuniones para estar con ella.
La situación con mi abuela nos dio la lección de la importancia de tratar las enfermedades a tiempo, para tener una mejor calidad de vida y más duradera; a veces nos aferramos a otras cosas y no le prestamos atención a las señales que el cuerpo nos da, creemos que son cosas pasajeras, pero esto en ocasiones no es así, por ello, los invito a cuidar de ustedes mismos, a cuidar de sus seres amados, y a consultar siempre cualquier malestar.
Jessica Orantes. Colaborador de Grupo CCM.