El niño “hermoso” y su salud.

¿Que “hermoso” ese niño o cómo haces para tener tan “hermosa” a esa niña? Expresiones muy comúnmente escuchadas pero que no se refieren precisamente a la hermosura o la belleza, sino a verlo “gordito” o “gordita”, es decir, a que posee algún grado de sobrepeso. Sigue existiendo en el pensamiento común que un niño con sobrepeso es un niño que aparentemente está sano, y que un niño delgado o incluso en su peso normal necesita comer más o suplementar con algo porque tiene una deficiencia. 

Es deber del profesional de la salud ir orientando desde el inicio, cómo es el crecimiento y el desarrollo de niños y niñas, cómo su ganancia puede ser muy variable, y cómo las curvas creadas para ese seguimiento tienen un rango que es bastante amplio, y que cada niño o niña tiene un ritmo muy propio, lo cual vuelve ilógica la comparación entre uno y otro.

La ganancia de peso y talla se puede determinar por día, por mes o por trimestre con base en los kilogramos de peso del niño o niña. Depende de muchos factores: la ingesta adecuada de calorías, el metabolismo intrínseco, la actividad física, entre otros.

Un bebé alimentado al seno materno exclusivo, va a tener un determinado incremento de peso y talla, de acuerdo a su ritmo de ser amamantado, y al establecimiento de una rutina de sueño adecuado, que puede ser muy diferente a un bebé alimentado con una fórmula adaptada. Luego, en la medida que crece va a necesitar comenzar a introducir los alimentos sólidos, lo cual sucede generalmente a los seis meses de edad, en un proceso llamado ablactación. Entre más natural y consistente se realice este proceso mayores posibilidades habrá de que el bebé identifique las señales de hambre y saciedad, lo cual a futuro se convierte en un hito muy importante. Es indispensable que este proceso sea acompañado por un profesional de la salud con competencias en el tema, para que los padres se sientan apoyados, puedan expresar sus dudas y de esa manera alcancen una ablactación adecuada. De esto dependerá la rutina de alimentación con la que finalizará el año de vida y comenzará el segundo. 

En el segundo año, es muy importante que la rutina de sueño y de alimentación estén bien establecidas, pero que además haya una rutina que evite el sedentarismo y que fomente la actividad física, por supuesto todo en función de sus destrezas alcanzadas, los espacios disponibles y la supervisión adecuada. Todo esto constituye lo que se llama estilo de vida saludable y entre más temprano vayamos hablando de ello y haciendo ver su importancia, se irá adoptando de una manera natural al interior de la familia.

El profesional de la salud que acompaña esta etapa debe tener la virtud de identificar patrones familiares, que a la larga pueden incidir negativamente en la instauración de estas rutinas saludables. Debe evaluar tanto condiciones que pueden ser heredadas como comportamientos al interior de la familia que pueden resultar nocivos para la salud del niño o la niña. Por ejemplo, un consumo consuetudinario de bebidas con alto contenido de azúcar, dietas poco balanceadas con alimentos de alto contenido energético, patrones de consumo de comidas rápidas, prácticas sedentarias y malos hábitos de sueño. La combinación de estos elementos puede incidir negativamente en la salud del niño o la niña. De ahí la importancia que el establecimiento de estos estilos saludables debe ser con el grupo familiar, lo que constituye un verdadero reto.

Familias convencidas de los beneficios para ellos y para sus hijos, definitivamente, adoptarán estas prácticas de forma más expedita y serán sobre todo consistentes. Familias con poco convencimiento, y sin la disposición a adoptar y adaptar cambios significativos, colocarán cuesta arriba el establecimiento de estas rutinas para el niño o la niña. Esto aplica tanto para la primera infancia como para la adolescencia; sin embargo, hay fenómenos que pueden suceder en el adolescente, sobre todo, en su afán de contraponer y de encontrarse a sí mismo, en su proceso de crecimiento acelerado, y en la definición de cómo verse y cómo desea que lo vean; lo cual constituye un hito sumamente valioso en esta edad, puede permitir que aún en familias con hábitos inadecuados, este adolescente marque distancia y por convencimiento propio adopte estilos saludables de vida.

Es importante que marquemos los mensajes claves:

  • Un niño o niña “hermoso o hermosa” no es un equivalente a saludable. El sobrepeso y la obesidad se pueden gestar desde un inadecuado control prenatal, en la forma de establecer la alimentación con seno materno o fórmula, un proceso incorrecto de ablactar y el no establecer rutinas saludables en forma temprana, permitiendo que emerja en algún momento entre la primera infancia y la adolescencia.
  • El establecer hábitos de vida saludables (desde rutinas de sueño, alimentación, ingesta de agua, etc.), es una tarea que debería ser realizada por toda la familia, de esa manera se hace más fácil su adopción por parte de los niños.
  • La comparación entre un niño y otro, no es adecuada, porque los ritmos de ganancia de peso y talla, el metabolismo y la epigenética (la forma como inciden las condiciones del ambiente en cada individuo) son específicos para cada niño y niña. Cuando los padres comprenden esto, definitivamente, su camino en la crianza y en la adopción de estilos saludables cotidianos, se vuelve más fácil.

Escrito por:

Dr. Ronald Alfonso Pérez Escobar. » Pediatra y médico de adolescentes. Dirección de Políticas y Gestión en Salud del MINSAL.