Enfermedades reumáticas y riesgo cardiovascular.
El riesgo cardiovascular se define como la probabilidad de que un individuo presente una enfermedad cardiovascular grave. Los ejemplos más comunes son un infarto agudo de miocardio o accidente cerebrovascular.
Las enfermedades cardiovasculares pueden manifestarse de diversas formas, tales como: presión arterial alta, enfermedad arterial coronaria, enfermedad valvular, accidente cerebrovascular y arritmias cardíacas. Un factor de riesgo cardiovascular es una característica biológica o un hábito o estilo de vida que aumenta la probabilidad de padecer o morir a causa de una enfermedad cardiovascular en aquellos individuos que la presentan. La OMS estimó que, en el año 2015, murieron 17.7 millones de personas por enfermedades cardiovasculares, lo que representa un 31% de todas las muertes registradas en el mundo.
Se conocen factores de riesgo cardiovascular tradicionales, diabetes mellitus, hipertensión arterial sistémica, tabaquismo, hipotiroidismo, obesidad, dislipidemias, entre otros. Sin embargo, también existen otros factores o enfermedades con riesgo cardiovascular no tradicionales, pero que también contribuyen a la morbimortalidad mencionada.
Los pacientes con enfermedades reumáticas tienen un riesgo elevado de padecer afectación cardiovascular. La presencia de alteraciones nutricionales, el tipo de enfermedad y tiempo de evolución, la clase y duración de ciertos tratamientos, se correlacionan con su aparición.
El principal mecanismo de afectación vascular-endotelial conocido, es la “inflamación” de naturaleza autoinmune, esto logra explicar en gran medida el daño cardiovascular. Las enfermedades insignes como lupus eritematoso sistémico, artritis reumatoide, entre otras tienen un aumento de riesgo cardiovascular, fundamentalmente, por el proceso inflamatorio subyacente. Elementos del sistema inmune, entre ellos, macrófagos, monocitos, leucocitos, sustancias con capacidad proinflamatoria, a la cabeza las llamadas citoquinas y otros como el sistema del complemento, producen una serie de cambios y efectos en el sistema cardiovascular que se traduce en daño, produciendo, luego, la manifestación cardiovascular.
La célula endotelial produce una serie de mediadores con función biológica, entre ellos el óxido nítrico, ceramidas y endotelina 1. La producción intermitente de óxido nítrico favorece el daño tisular, pero si se sintetiza de manera sostenida y continua, juega un rol protector contra el daño, al inhibir la producción de quimioquinas e impedir el reclutamiento celular. De hecho, el efecto antiinflamatorio del ácido acetilsalicílico en la microvasculatura se debe a la inhibición de la interacción entre leucocito y célula endotelial, debido al aumento de producción de óxido nítrico, este también tiene la capacidad de inhibir la exocitosis de ceramidas por parte de los gránulos de las células endoteliales, que contienen sustancias procoagulantes y proinflamatorias.
En este aspecto, cobra especial relevancia la disfunción endotelial, las células del sistema inmune producen estas citoquinas como las más importantes, en este proceso; el factor de necrosis tumoral alfa, interleucinas 1, 6, 17 y otras, producen la afectación a nivel del endotelio de varias formas, entre ellas, la disfunción, afectando el nivel del óxido nítrico, provocando adhesión de leucocitos, presencia de moléculas ICAM 1 y VCAM 1, expresadas por el endotelio, en respuesta a la acción de las citoquinas inflamatorias. Aunque hay otros mecanismos, tales como la aterosclerosis prematura, dislipidemia y otras alteraciones metabólicas derivadas no solo por la enfermedad, sino también de los tratamientos, en especial los glucocorticoides, que mientras se utilicen por más tiempo y a dosis medias o altas (más de 15 mg al día de prednisona), contribuyen a este daño a nivel vascular.
Por tanto, se entiende que a más tiempo de padecer una enfermedad reumática o autoinmune, y mayor duración en el uso de tratamientos, como los esteroides, mayor probabilidad de desarrollar los riesgos cardiovasculares mencionados, y por ello, es tan importante ofrecer a las personas o pacientes, una oportunidad de tener una evaluación por el especialista pertinente, llámese reumatólogo, quien deberá hacer un diagnóstico certero lo más pronto posible, instaurar un adecuado tratamiento, que combata pronta y adecuadamente, el proceso inflamatorio, de donde se deriva lo mencionado antes. Es ahí donde tenemos la llamada “ventana de oportunidad” de incidir en el proceso, disminuir todos estos eventos, abortar o limitar los efectos cardiovasculares y las manifestaciones de los mismos, es decir el riesgo cardiovascular.
Por supuesto que, al tener un paciente con un diagnóstico reumático o autoinmune, además de evaluar los demás riesgos cardiovasculares conocidos o tradicionales, debemos apoyarnos en los especialistas respectivos, a fin de tener una evaluación “integral” del mismo, que abone a un mejor manejo y cuido de las personas. Por último, comentar de manera muy ligera, que la gota e hiperuricemia ya tiene soporte científico para considerarla como otro factor de riesgo cardiovascular, ya que se asocia a un aumento de probabilidad de sufrir evento coronario agudo. Se han evidenciado niveles altos de ácido úrico en más del 50% de pacientes, con un infarto agudo de miocardio, con o sin antecedentes de gota. Importante mencionarlo para una futura revisión académica.